domingo, 19 de junio de 2011

EL COLIBRI-CUENTO FANTASTICO MARIA ESTER CORREA

LITERATURA FANTÁSTICA
EL COLIBRI:

         Laura se balacea en la hamaca. Es rubia, con rulos, su cara redonda, blanca,  ojos azules. Está en el medio del jardín de la casa.
         Está descuidado. Parece un bosque.
         Es sordo muda. Su madre ha clamado al cielo por su curación.
        
         Era una tarde como todas las otras. Se papá llegaba del trabajo. Alborotada salía a saludarlo. Corría por la orilla de la calle, y allí él la levantaba. La llenaba de besos y de abrazos.
         Ese día su padre antes de cruzar es sorprendido por un asaltante que le asesta un tiro justo en su corazón.
         La gente se arremolinó en torno al cuerpo yaciente. Cerró justo los ojos cuando la pequeña se acercó le dice:
         ­—Papá no te vayas.
         Desde ese día no volvió a articular palabras.
        
         Su madre la había llevado a médicos, psicólogos, parapsicólogos. Pero no había quien diera con la solución.
         Así es que por comentarios  sabe que en el monte frondoso va a encontrar a una bruja que curará definitivamente a la niña-.

         Una tarde, desesperada decide ir en búsqueda de la señora. Atraviesa el poblado y se interna en el arbolado, el que se hace cada vez más difícil avanzar. Da con una pequeña viejita encorvada, sin dientes, con una lengua larga de víbora. Ojos lagañosos, verdes, sin pestañas. Piel arrugada, diría centenaria. Vestida con ropa sucia, zaparrastrosa, con un delantal, pollera, una blusa, y una pequeña capa. Sus piernas flacas, huesudas, igual que sus manos. Uñas largas y sucias. Bastón de palo en la mano. Portaba en sus hombros troncos y ramas. Llevaba un pañuelo en su cabeza que se le caía, dejando al desnudo su calvicie.
         Ella no cree en nada. Es una mujer mala. Con un corazón duro. Sin sentimientos. Se ha quedado sola. Una mala mujer.
         No le tiene miedo. Le dice:
         —Vengo porque me han dicho que usted puede curar a mi hija. Voy a hacer todo lo que sea necesario para que ella recupere el habla. Hasta dar mi vida.
         La anciana la mira fijo con los ojos entrecerrados. Su lengua se movía hacia cada de la boca seca mojando los labios. Parecía relamerse.
         Con vos cascada y  milenaria, le dice:
—Solo va a volver a emitir sonido cuando tu alma se llene de luz y amor. Cuando saldes tus deudas con la humanidad.
         Retándola y pegándole con el palo le grita:
         —Págame. Vete ya mismo. Camina sin mirar hacia atrás. No des vuelta sobre tus pasos. Y cuidado a estas horas por acá se aparecen las almas en penas.
         Le dejó la paga y marchó desolada.
         No sabía por dónde comenzar.
         Al salir de la choza donde vive la hechicera se encuentra a un pordiosero que le pide:
         —Señora me puede dar unas monedas que no tengo para comer.
         Allí se percata de todas las veces que había despreciado a esta gentuza. Solo le quedan unos chelines para la comida, le da algunos.
         Sigue caminando, se oyen a lo lejos los aullidos de los lobos, se está haciendo noche oscura, casi no ve.  Traspasa un puente de un arrollo que lleva apenas un hilo de agua.
         En el camino hay una cría que llora de forma desconsolada. Pide por su mamá.
         En otras oportunidades veía estos niños pobres en el vecindario. Les daba la espalda. Los ignoraba, y echaba un insulto.
         Murmura: —¿Cuántas veces hice como si no existieran?
         La toma de la mano y se deja conducir a la casucha donde la deja .
         Ya es noche. Hace frío. La bruma del puerto invade el entorno. No se ven estrellas. La luna está escondida por las nubes. El pequeño farol de gas en la esquina apenas alumbra.
         Está abriendo cuando oye una voz apenas perceptible. Es un hombrecito diminuto. Tiene una giba enorme. La cara llena de pelos y granos. La cabeza con algunos hilos de plata retorcidos. Huele nauseabundo. Da asco. Sus zapatos puntudos, las medias caídas. Un pantalón todo raido apenas le pasa de sus rodillas.  Poco abrigado con un sobretodo lleno de agujeros. Su voz parece salida de una catacumba…. Reverbera.
         —Señooooraaaa me dejaría pasar. Tengoooo muchoooo fríooo y hambre. Estoy cansadooooo y enfermoooooo. Si esta noche me quedo a la interperie seguro me muero.
         Llena de miedo y de dudas lo hace pasar. Piensa ( todo lo hago por ella).
         Le da un guiso sopero que había sobrado del almuerzo. Acomoda una cama que estaba desocupada desde la muerte de su marido.
         Laura está en la sala. Ensimismada. Se está muriendo de soledad.
         ( ¿Cuando sucederá?)

         Todos los días lo mismo. Cada vez tenía que atravesar más y más pruebas.
         Lo iba perdiendo todo. Ya no tenía nada para dar.
         Golpean a su puerta. Allí estaba la anciana.
         —¿Qué quiere? Ya no me queda nada de valor.
         —Si que te queda. Tienes tu corazón. Y eso vengo a buscar. Si quieres que ella viva, me lo tienes que entregar.
         —¿Cuándo lo quieres? ¿Ya?
         —¡No! Mañana justo cuando se produzca el milagro. Para que se cure tú tienes que morir. Yo me llevaré tu tesoro. Volveré a ser joven. Me hicieron una brujería. Lo necesito para volver  a mi juventud.
         Sale en búsqueda de su hermana  a la cual dejará a la pequeña. Con ella también había hecho las paces luego de años de no hablar.

         Laurita se balancea en la hamaca. El sol brilla más que de costumbre.  Sus cabellos rubios ondean con el viento. Aparece un colibrí multicolor. Comienza a revolotear encima. Se marea y cae. Se desmaya. Su madre sale corriendo. Sabe que no va a morir. Recuerda ella moriría, y Laura comenzaría a hablar.  
         La levanta y comienza a sollozar…. No muere….
         Su hermana que hasta ese momento estaba allí, ya no estaba…
         Quedaron en el suelo las ropas todas raídas de la mugrosa, el bastón.
Las ramas que llevara la primera vez que la vio…
         Febo calienta su cara y la de la nena. Ambas ríen y lloran a la vez.
                                                        MARIA ESTER CORREA
        

1 comentario:

  1. ¡Menos mal, por favor! Creía que se iba a quedar sin corazón...
    Por cierto, que si les das forma, los encuadernas y un ilustrador los adorna... Hacen falta cuentos nuevos

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