FECHA: 23 DE JUNIO DE 2011
¿ ADONDE IRAN LAS COSAS? ¿ ADONDE IRE YO?
—Chicos-dice la maestra de catecismo.
Hoy vamos a leer en la Biblia sobre el fin del mundo. Abran el capítulo
Apocalipsis, allí encontraremos como San Juan relata la llegada a la tierra de
los cuatro jinetes que traen las pestes, y con ello el fin de los tiempos.-
Escucho anonadada. Busco
desesperadamente en el Nuevo Testamento y a allí comienzo a darme cuenta lo que
mi madre nos contaba.
—Señorita, esto es lo que en mi casa
hablamos siempre con mis hermanos. ¡Da mucho miedo!-Digo levantando la mano.
Mis ojos desorbitados comprobaron, con
el pensamiento concreto que tienen los niños que la tierra desaparecería. ¡Temblaba de terror!
Es de noche una profunda sensación de
ansiedad azota mi insomnio. Mi mente de niña no para. Me acuesto en la helada
cama de los crudos y recios inviernos de mi infancia.
A pesar del frío entra una brisa por un
resquicio del vidrio roto de la ventana de mi cuarto. Me envuelve .Se
corporiza, cierro los ojos y murmuro:
—Será verdad esto de que van a venir
los caballeros apestados ¿ Dónde van a ir las cosas después que eso ocurra? ¿ Dónde
voy a ir yo?
Me interno en el universo, mi mirada lo
recorre en su infinitud. Vuelan a frenética velocidad cuchillos, cucharas y
tenedores doblados, Algunos en puntas filosas, y dispuestas a atravesar lo que
encuentren a su paso. Lo hacen sin meta o rumbo fijo.
Mi mente se subyuga con la inmensidad
de los planetas azules, rojos, anaranjados, grises, plateados. Estrellas
grandes, pequeñas, diminutas que producen destellos multicolores.
Nebulosas celestes cósmicas, difusas,
de contornos imprecisos. Por allá, oscuridad profunda…
Cada vez me siento más atrapada, ya ni
siento mi cuerpo. Mi esencia ha volado de la cama. La miro desde arriba. Ya no
estoy allí.
Vuelo con los objetos, planeo, mis ojos
quedan entusiasmados frente a tanto resplandor. Las sabanas me han servido para
este viaje sin retorno.
Visualizo relojes a cuerda que
adelantan y atrasan la escena a velocidades supersónicas. Sus manecillas se
mueven en sentido contrario. El tic tac, resuena en la infinitud multiplicado por
millones de decibeles.
No tengo retorno. Viajo como un rayo de
luz. El movimiento es centrífugo y me arrastra al centro de un agujero negro. Al
abismo de la nada.
Mi pecho es un solo grieta vacía, que
aprieta la carne. La respiración lastima y duele. Solo soy desasosiego.
Sozobro en ese tobogán tenebroso y siniestro
junto con todo lo que ha estallado en mil pedazos allá en la esfera azul.
Me he convertido en polvo de estrellas.
Me he mimetizado con el telón estelar.
Es un estado de profundo terror y
soledad. El fin de mi propia existencia.
El sol entra por la ventana. Me doy
cuenta que de tanto cavilar he vagado por el patio de la casa y me encuentro
durmiendo en el cuarto de los trastos. Tirada en el suelo.
Allí, miro a mí alrededor. Susurro: —Es una obsesión
que me acompaña, lo sé pero no lo puedo evitar. Y me repito solo es un poco de
miedo nada más. –Mi mente de niña no le encuentra explicación.
Camino descalza mis pies se marcan en
el piso de baldozas rojas con una leve y tenue figura de color plateado. Parece
de polvo de estrellas.
Han
pasado ya años. Soy una mujer. Aún
hoy me invade esa sensación de miedo, de angustia, que no puedo explicar…
Nunca puede terminar de leer el
Apocalipsis.
MARIA ESTER CORREA
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